viernes, 29 de julio de 2005

Volví al templo

Ayer volví al templo. Cruzar la puerta no fue difícil. Había ido otras veces antes. Y recientemente. El paseo hasta la casita de ébano transcurrió normal, acompañada de ÉL, la razón de mi regreso. La espera tampoco llamó la atención. Una vez emprendimos el camino de vuelta, el olor a incienso despertó mis sentidos. Eché la vista al cielo y la piedra me envolvió al momento. Entonces ÉL hizo una parada en el camino y se acercó al centro. El tiempo suficiente para que mis ojos reposasen en aquellos calmos rostros, y en sus manos, acercadas sin llegar a tocarse en sus regazos. Tenían los ojos cerrados. La chica del jersey rojo. La mujer del cabello escondido. Miraban hacia adentro. Respiré profundamente. Y entonces lo entendí. Como una necesidad, da respuesta a millones de personas. Las aleja del tormento de la duda incontestable. Así que lo entendí. Y cuando abandoné el templo, lo hice con la seguridad de haber dado un paso más en mi particular lucha conmigo mismo. La calle era entonces diferente y, por primera vez, aun sin haber conseguido mi propósito aquella tarde, sentí el aire de otra forma. Y a mi lado caminaba ÉL. Entonces lo entendí...

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